Con
esta frase trataban los Hermanos Marx de
acelerar la marcha del tren en el que viajaban, y una parecida
gritaba el protagonista de la archiconocida novela de Julio Verne “La
vuelta al mundo en 80 días” mientras alimentaba las calderas del
vapor en el que viajaba de vuelta a Londres con la madera arrancada
de la propia cubierta del buque.
Esto
nos da una pista del amplio espectro de usos que se le pueden dar a
la madera: empezando en la más remota antigüedad la hemos usado
para construir desde utensilios de uso común hasta complejas
estructuras arquitectónicas, pasando por medios de transporte tanto
terrestres como marítimos y fluviales, e incluso aéreos, o
simplemente los puentes que nos permitían cruzar a pie seco a la
otra orilla de cualquier curso de agua. Hemos dormido encima de ella,
nos hemos llevado la comida a la boca con ella e incluso nos hemos
lavado dentro de ella.
Con
ello queremos decir que la madera es uno de los materiales más
versátiles y de más fácil acceso de los que el hombre dispone. Y
además es un recurso renovable y reutilizable, y al final de su vida
útil nos puede servir como combustible.
Sin
embargo, la propia abundancia de este recurso lleva consigo sus
propios handicaps, ya que a cada localización geográfica y a cada
tipo de clima se adapta un determinado tipo de bosque con especies
muy diferentes, y la madera obtenida de cada árbol tiene sus propias
características. Ello conlleva una enorme variedad de
características estéticas (color, veteado, presencia de nudos,
textura, olor...) y físicas (densidad, dureza, flexibilidad,
porosidad, índice de aislamiento termoacústico, contenido de
humedad, presencia de aceites o resinas...).
Y
esto, básicamente, es lo que a los autores de este blog nos ha
llevado al borde de la desesperación. En nuestra infinita arrogancia
se nos ocurrió hacer una entrada sobre el mejor tratamiento a
aplicar a la madera, tanto para exteriores como para interiores. ¡¡¡Y
no lo hay!!!. Resulta que un tratamiento ideal para una conífera
puede no serlo para una frondosa, y el que funciona estupendamente en
una madera tropical es una catástrofe en ciernes para otros tipos de
madera. Peor que eso: un tratamiento decorativo puede no tener nada
que ver o ser contraproducente a la hora de proteger la madera contra
agentes xilófagos, que son “esas cosas puñeteras” que se
“comen” la madera.
Por
estas razones, y tras la cura de humildad, nos hemos propuesto
abordar el tema desde un punto de vista más práctico, y sobre todo,
más fácil de seguir. Y con la esperanza de alcanzar, si no la
solución óptima para cada tipo de madera, la más adecuada dentro
de un uso habitual. Con esto en mente, iremos haciendo sucesivas
entradas (quizá alternándolas con otras materias) en las que
intentaremos profundizar en el cuidado de madera abarcando los tres
principales grupos: protección contra xilófagos, protección frente
a agentes atmosféricos, y tratamientos estéticos.